22 de noviembre de 2007

Un poco de cotidiana filosofía de vida, lecciones de ética elemental, empatía por correspondencia y un poco de humor…


Al subir a la terraza me encuentro con uno de los alambres que hacen de tendal cortados.

Luego de tender la ropa, distribuida y completando los otros dos, me planteó repararlo.

Se que estoy apurado, que tengo cosas que hacer, que tengo que estudiar pero la idea de no reparar lo que esta roto y que esta en mis manos arreglarlo, me impide pensar en otra cosa.

Por otro lado soy conciente de que si no lo arreglo, van a pasar más días hasta que alguien lo haga o llame al “servicio técnico de alambres” para cumplir con tan difícil y complicada tarea.

Sumado a esto, se que hay cierto grupo de personas que al subir y encontrar la carencia de espacio, reducido en un tercio, se volverá con la ropa mojada en la mano privándose del perfume a sol y aire. No tolero el pensamiento de poder ayudar a alguien y no hacerlo, por remoto y potencial que este sea.

Dejo para lo último la vanidad, el egoísmo, el beneficio personal y la autopreservación, que son el motor de la mayoría de los actos humanos… incluso, si uno lo mira desde cierto punto de vista, de la Santidad, de la caridad Cristiana, la Oración, la acción de gracias, las movidas de grupos ecologistas y otras tantas instituciones o movidas que pretenden ser altruista… el ser humano no es altruista por naturaleza, si lo fuera ya se hubiera extinto hace años. No finjan serlo… la sola imagen o idea de un ser humano altruista me genera cierto escozor y genera cierta inclinación o deslizamiento desconfiado e incrédulo de la comisura confluente de mis labios.

Por último, se que puede llegar una personita, que al ver que no hay espacio y en todo su derecho, arruga mi ropa haciéndose lugar, hasta dejarla hecha un bollo inservible que necesita ser relavado para sacar las arrugas como grietas o años o bien planchar y replanchar hasta erosionar la prenda o la tabla y obligándome a la repetición de un salmo y rosario de adjetivos calificativos, nada felices, dirigidos a la potencial familia de esta potencial personita… recuerden la gratificante tarea que es el planchar (un hombre poco diestro en el tema y esmerado en quitar toda arruga tarda entre 10-15 minutos en planchar una sola camisa… experiencia personal que no he repetido por diversas razones, todas bien fundadas).

Al no pasar de largo, pensar un segundo, y reparar lo que esta mal, estoy ahorrando disgustos ajenos y propios…

Si cada uno reparara o corrigiera lo que esté a su alcance, por muy tonto que parezca, creo que el mundo sería un poquito más habitable, tolerable y menos tóxico.

Fui maldito o bendito con el don o la discapacidad de no poder pasar de largo y de comprometerme con el tiempo que me toca vivir y, a veces padecer… o padecer y, solo a veces y por descuido e irresponsable omisión, vivir… En fin, no interesa, vuelvo: fui maldito o bendito con el don o la discapacidad de no poder pasar de largo y de comprometerme con el tiempo y el lugar que me toca vivir, agonizo o gozo el tener una mentalidad verdaderamente colectiva, colectiva con el sentido noble de la palabra (no colectiva de hombre masa), el de no poder dejar de pensar en el otro… aunque a veces tenga que resignar, por un rato, el inflado y bien nutrido yo.

No pasar de largo… aunque el hacerlo me robe tiempo para mis cosas… Estoy maldito o bendito, no hay diferencia… así soy y así seré.

-No pasar de largo…- susurro con la mirada triste y desesperanzada…

-Algo tan simple, lógico y humano… - me respondo y luego dejo caer la cabeza empujada por la gravedad de la resignación inaceptable, austera y filosa, como espada o espina que duelen y lastiman.

Diego A. Marino