Un tiempo después, para alivio (solo temporal) de mi alma, comprendí algo que me dio un poquito de paz. A partir de ahí se que la muerte, como juicio, llegará inapelable algún día lejano o cercano y que, todavía, me quedarán muchísimas cosas por ver, sentir o experimentar... Protestaré, seguramente, y sé que en ese instante anhelaré lo que no llegué a vivir, es cierto, pero podré entregarme con algo de tranquilidad (¿quien puede estar totalmente calmo ante la muerte?). Pero ante la insistencia de la muerte... no hay protesta o reproche que valga, ella siempre argumenta elocuentemente con lo justo... nadie puede ganarle, así de mañosa y justa es...
Se que gracias a esa idea, que surgió un día de brillo, el fantasma de la muerte se hace un poco más tolerable...
¿Qué pensé aquel día? Intenté hacer una poesía que describa la belleza de cada maravilla natural... y jugando al principio comparé las cualidades de un río con las de una mujer... así mi primer estrofa terminó "en mujer"... al seguir escribiendo compenetrado y luego de terminar... advertí que cada estrofa terminaba en mujer... hablara de lo que hablara... siempre terminaba en mujer.
Es así que entendí (eran como 30 estrofas... un poco duro para entender, no?)... toda esa poesía infinita que jamás terminaría, que era un libro sin fin recién empezado, se resumía en unas pocas líneas… en unas pocas palabras... en una palabra: MUJER.
Tiré la poesía de no se cuantas páginas (de lo cual me arrepiento) y escribí (no recuerdo con exactitud): "La mujer es el resumen de todo lo bello" o "todo lo bello se resume en mujer".
Respiré un poquito más tranquilo y aliviado luego de esa oración milagrosa.
Diego A. Marino