27 de octubre de 2007

Cotidianas

“en este entorno de confesión… aprovecho y te digo que por momentos me estoy sintiendo bien”…
Una habitación tan cotidiana y a la vez tan única como tantas otras, casi naufragando en el océano del anonimato más absoluto. Un entorno algo gris, algo radiante y pintado de confesiones, con el brillo blanco de la ventana contrastando con la joven y desdibujando sus rasgos primaverales, con el metálico ruido de la televisión absurda rompiendo el suave velo de silencio.
-Ya que estamos en este ambiente de confesiones- dijo la joven sonrojada y algo incómoda- tengo algo que confesar…
El no tan joven, sintió un escozor casi eléctrico que lo recorrió en un abrir y cerrar de ojos, y la incertidumbre y la ansiedad, aunque solo duraron menos de un segundo, mordieron cada centímetro de su alma de cielo.
-Te escucho- dijo él, con algunas dudas y con algunos miedos. Sintió como sus manos se humedecían y enfriaban de nervio.
Ella con la mirada algo baja y tímida, se animó.
-Sabes… por momentos me siento bien- dijo la joven e inmediatamente el silencio inundó sus labios de porcelana y sus ojos, enchapados en sol y celeste, buscaron esquivos detalles en el suelo duro.
El esbozó un atisbo de sonrisa como amanecer claro: había comprendido la magnitud radical y el milagro níveo del asunto aquel.