La realidad tras la historia de Narciso es mucho más trágica de la que nos suelen contar. Lo cierto es que Narciso al caer al río, mientras se contemplaba en un espejo de aguas mansas, no se ahogó como pretenden que creamos. Sino que Narciso fue reemplazado por su reflejo sin que nadie lo notara o sospechara. Destino común de todos aquellos que se atreven a detenerse frente a un espejo, vidriera o superficie de hídrica. De esa forma, el reflejo, el falso Narciso, vivió la vida que le tocaba al verdadero: fue consolado por su madre, abrazado por su padre, recibió sus méritos, rió junto a sus amigos, bebió su vino, bailó con sus mujeres, alimentó y vió crecer a sus hijos, y recibió los abrazos y cariños de los mismos, envejeció sus años de la mano de su mujer y ocupó la tumba con su epitafio. El día de su muerte,sus conocidos lo lloraron y dieron cuenta de la nobleza con la que había vivido el buen Narciso.
El verdadero Narciso, como se entiende, estaba condenado a pasar la eternidad del otro lado, en el mundo de los reflejos. Narciso, el verdadero, vivió por medio de su imagen especular… pero nunca vivió su propia vida, esa fue la condena a su vanidad.
Hernán Vellmount