Este texto de Eduardo Galeano fue encontrado marcado en el Libro de los Abrazos de Hernán Vellmount. En uno de los márgenes decía: incluído en "despintando al príncipe azul", junto con Bar VII (Bar del infierno de Dolina) y Correcciones de San Valentín del mismo Vellmount. Según se cree hace referencia a un ensayo con ese nombre, que se ha perdido en el tiempo y en olvido, algunos creen que nunca vio la luz. Donde el pensador da su opinión, podemos imaginarnos que es un intento de desmitificación, sobre el constructo social y cultural del príncipe azul, hoy en decadencia, la media naranja, el alma gemela, el amor a primera vista, entre otros tópicos ...
Seguiré revolviendo en cajones y recovecos para ver si encuentro los cuadernos rivadavia tapa dura en los que fueron, seguramente, escritos.
Este fragmento fue encontrado en el pie de la misma página:
"la causa de la coloración azulada de este ser ficticio ha cambiado con el transcurrir de los tiempos y las gentes. Hoy en día, y lejos de todo romanticismo, pareciera que esa coloración se debe más a un estado morboso y terminal, seguramente afectado por patología pulmonar o cardiaca que anuncia su próximo deceso, que a la original e inmaculada nobleza descendente, que vaya a saber por qué misterioso pigmento coloreaba al noble haciéndolo deseable a cada mujer, diferenciándolo del rozagante vulgo".
Este fragmento fue encontrado en el pie de la misma página:
"la causa de la coloración azulada de este ser ficticio ha cambiado con el transcurrir de los tiempos y las gentes. Hoy en día, y lejos de todo romanticismo, pareciera que esa coloración se debe más a un estado morboso y terminal, seguramente afectado por patología pulmonar o cardiaca que anuncia su próximo deceso, que a la original e inmaculada nobleza descendente, que vaya a saber por qué misterioso pigmento coloreaba al noble haciéndolo deseable a cada mujer, diferenciándolo del rozagante vulgo".
Vamos al texto de Galeano:
Teología/1
El catecismo me enseñó, en la infancia, a hacer el bien por conveniencia y a no hacer el mal por miedo. Dios me ofrecía castigos y recompensas, me amenazaba con el infierno y me prometía el cielo; y yo temía y creía.
Han pasado los años. Yo ya no temo ni creo. Y en todo caso, pienso, si merezco ser asado en la parrilla, a eterno fuego lento, que así sea. Así me salvaré del purgatorio, que estará lleno de horribles turistas de la clase media; y al fin y al cabo, se hará justicia.
El catecismo me enseñó, en la infancia, a hacer el bien por conveniencia y a no hacer el mal por miedo. Dios me ofrecía castigos y recompensas, me amenazaba con el infierno y me prometía el cielo; y yo temía y creía.
Han pasado los años. Yo ya no temo ni creo. Y en todo caso, pienso, si merezco ser asado en la parrilla, a eterno fuego lento, que así sea. Así me salvaré del purgatorio, que estará lleno de horribles turistas de la clase media; y al fin y al cabo, se hará justicia.
Sinceramente: merecer, merezco. Nunca he matado a nadie, es verdad, pero ha sido por falta de coraje o de tiempo, y no por falta de ganas. No voy a misa los domingos, ni en fiestas de guardar. He codiciado a casi todas las mujeres de mis prójimos, salvo a las feas, y por tanto he violado, al menos en intención, la propiedad privada que Dios en persona sacralizó en las tablas de Moisés: No codiciarás a la mujer de tu prójimo, ni a su toro, ni a su asno... Y por si fuera poco, con premeditación y alevosía he cometido el acto del amor sin el noble propósito de reproducir la mano de obra. Yo bien sé que el pecado carnal está mal visto en el alto cielo; pero sospecho que Dios condena lo que ignora.
El Libro de los Abrazos, Eduardo Galeano.