En cierto momento, Tellería y Vellmount se alejaron del grupo. (1)
El atardecer pintaba de rojo las laderas de las montañas, los colores se fueron apagando adoptando las tonalidades de la más rigurosa nostalgia. Las aves ensayaban su trova vespertina.
Tellería se desvió, mientras Hernán siguió descendiendo siguiendo una dudosa huella.
De pronto se abrió el paisaje ante sus ojos. A lo lejos se veía la ciudad de Capilla del Monte, desdibujada por una bruma como la que distorsiona los horizontes.
Delante de si vio a una mujer entrada en años, que descendía con cierta dificultad ayudándose con un palo que servía de bastón. Era seguida por un pequeño perro.
El viento dejó de soplar y el alma pareció apunarse de repente, como si con cada respiración se ensanchara, desbordando los límites de la jaula torácica.
Vellmount aceleró el paso, haciendo alarde de cierta jovialidad.
Se acercó a la mujer y ante la mirada desconfiada y algo escéptica, le tendió la mano en un gesto solidario.
La mujer se quedó quieta, con la mirada fija, resaltando el silencio que llenaba el paisaje.
- Regresando, Sra.? - Preguntó Vellmount, para romper el silencio.
Con una voz serena, erosionada por la vida, respondió:
- No existe tal cosa, Vellmount... Usted lo sabe muy bien.
Un frío recorrió de pies a cabeza invadió a Vellmount que solo pudo callar.
- Vamos, por qué la sorpresa... acaso cree que solamente ustedes anhelan la utopía del regreso? Al igual que ustedes, durante mi vida casi no hice otra cosa que ensayar el retorno, sin embargo jamás regresé a ninguna parte. Es cierto que se dicen cosas. Algunos hablan de humildes y casuales episodios, sin embargo los relatos están llenos de imprecisiones y lagunas que no hacen más que transformarlos en parte de una ficción universal.
Vellmount se sentó.
- A ver, por qué la sorpresa, mi querido Vellmount. Me mira como si estuviera viendo al mismo diablo. Y tal vez lo esté haciendo, quien puede afirmar lo contrario? Mire, ve aquel pueblo - hizo un gesto con la mano izquierda - he partido hace varios días, cuando alcance su umbral el aroma será otro, las hojas en las plantas se habrán vuelto amarillas o bien se habrán caído, el viento habrá borrado las huellas de aquel perro con el que jugué, que ya no está en la esquina en la que lo recuerdo, mi querido Juan dormirá otro sueño y las arrugas de su rostro tendrán otra sombra, apenas quedarán unas migajas de la torta que dejé sobre la mesa, las sábanas tendrán otro aroma y las flores y las abejas otros colores y otros sonidos. Entonces: ¿Como puedo hablar de regreso? Es impensable. Esas cosas, ínfimas o magistrales, fueron las coordenadas que definieron mi vida en ese instante preciso.
- Tiene razón, no he hecho otra cosas que buscar el regreso. Siendo consciente de esto y para evitar decepciones uno podría decir que solo nos queda la partida.
- Al parecer la sorpresa y el cansancio están volviendo obtusa a su cabecita de novio. La falta de decepciones muchas veces habla un conformismo aburguesado, de falta expectativas, de sueños, de ilusiones, incluso de utopías... Usted no quiere eso. La decepción, muchas veces acompaña a las almas nostálgicas y es uno de sus motores. Por otro lado por las mismas razones por las que es imposible el regreso, la partida es otra mera ficción. Prácticamente podríamos decir que no se puede regresar a ninguna parte ni partir hacia ningún lugar.
- Honorable mujer, sus reflexiones me confunden (2)
- Usted ya estaba confundido, mi querido Vellmount - Ni la partida ni el retorno son factibles, por lo que comprenderá que lo único que nos queda es ésto.
Hizo un gesto y agregó:
- Solo nos queda el camino
Vellmount sintió un ruido y al girar la cabeza vio a Tellería. Cuando volvió a mirar la vieja ya no estaba.
Roberto Lambertucci
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(1) También es cierto que el descenso se había vuelto cansador, que la luz de atardecer embriagaba sus rústicas almas y que quizás se hayan extraviado tras un canto de sirena, persiguiendo una sombra fugaz. Quien sabe, quizás tan solo sea el delirio o el sueño de éste que escribe que a su vez también sea apenas el sueño de otro que sueña.
(2) Vieja de mierda, usted está loca.