16 de septiembre de 2012

Roberto Luis Lambertucci

roberto lambertucci

Luis Roberto Lambertucci, mejor conocido por Dr. Lambertucci o Roberto Lambertucci fue un ser humano promedio. Promedio en el jardín, promedio en la primaria y en la secundaria, claro está que no modificaría esa tendencia en la facultad de medicina de La Plata. Se esforzaba plenamente en cada jornada, de sol a sol, sin lograr resultados sobresalientes. A pesar de esa mediocridad reiterada, Lambertucci no se resignaba y soñaba con alcanzar el reconocimiento que viene de la mano del éxito. Como buena parte de las personas, Lambartucci soñaba con ser un triunfador. Y también como buena parte de las personas no lo logró... apenas le alcanzó para tres módicas cuotas: especialista en medicina interna, nefrología e infectología.
Ejercía la medicina con pasión, es cierto. También es cierto que gracias a sus lecturas de psicología y literatura universal, ayudado por cierta sensibilidad abrumadora para intuir al ser humano y su alma, lograba gran empatía con los pacientes a quienes ayudaba y prestaba un oído.

Había logrado estabilidad económica, una casa, un medio de transporte, había logrado cierto renombre de gran semiólogo, era querido por las personas con las que trabajaba y por sus pacientes. Sin embargo Lambertucci estaba vacío.

Por miedo o por mediocridad continuó ejerciendo la medicina, sin bajarse del carro para ver lo que estaba pasando que le impedía su bienestar.
La monotonía y la estabilidad continuaron, día a día, minuto a minuto.
Hasta que un día todas sus certezas, que ya se tambaleaban, se vinieron a pique: Laura se cruzó en su vida.
A pesar de su corta edad, en esa mujer se conjugaban todas las mujeres.
Sin entender el por qué, Lambertucci se fue volcando poco a poco a la escritura. Siempre había sentido un primitivo placer al lograr un texto de estética cierta. Sin embargo jamás le había dedicado tiempo, en parte por su mediocridad y en parte por el desaliento de todos sus allegados que no veían en sus textos más que un divertimento para el tiempo de ocio.
Catalizado por el misterio y la belleza, Lambertucci fue alejándose de los rigurosos confines del mundo aristotélico en el que había aprendido a vivir. Pronto todas las columnas del templo, junto con las certezas, fueron cayendo una a una. Sin certeza alguna, desconcertado, estaba ahora listo para sentir, para ser libre.
Por medio de Laura descubrió a Vellmount, Tellería, Lescano, Nogueira, Theodore Brodsky, al hombre excepcional, entre otros tantos. Quienes más tarde llenarían sus hojas.

Laura, errática y desquiciada, se fue o se irá.

Pero las cosas ya estaban encaminadas.
Sin darse cuenta las letras fueron llenando cada vez más fragmentos de su día. Bajo los fragmentos de su viejo ser fue renaciendo el cronista.
A los 45 años dejó de ejercer la medicina para dedicarse de lleno a sus crónicas. Según dicen compró una pequeña casa en Córdoba o San Luis, con una chimenea, cerca de un río. Desde el anonimato y la paz escribe sus crónicas mediocres, crónicas que se han dado a conocer como el arte de la invisibilidad.


Dr. Roberto Lambertucci
Los orígenes - El arte de la invisibilidad