- Querés que vaya? - Sabés que podés contar conmigo, Laura, para lo que sea…
- Puedo pedirte algo, Hernán… una sola cosa?
- Lo que sea - Respondió seguro.
- Sabés rezar, Hernán?
Se hizo un silencio. Vellmount sintió que toda su vida pasaba por su cabeza, se apretujaba en el estrecho desfiladero de su garganta mientras se dirigía en dirección a un corazón que parecía agitado:
- Laura, no se si sea apropiado, no se si pueda...
- Por favor…
Por la noche Vellmount se sentó al borde de la cama, una luz tenue apenas se extendía más allá de la mesita de luz, se reflejaba en sus ojos e iluminaba sus manos y su rostro.
Estuvo sentado largo rato, parecía contrariado, como inmerso en atávicos infiernos.
Abrió el cajón, como con miedo. Revolvió con suavidad. Se quedó inmóvil un momento, observaba con plena atención. Retiró su mano: un rosario de madera se enroscaba entre su mano trémula.
Miró las cuentas, miró la cruz.
Alguien dice que lo vieron llorar. Otros que dormía profundamente, incluso soñaba. Sin embargo un murmullo se oyó esa noche, como un arrullo dulce que transmitía paz a quien lo escuchaba.
---