7 de febrero de 2013

re-cordis

re-cordis

Recordar, del latín "re-cordis", 
volver a pasar por el corazón...

El tormento por el paso del tiempo y el olvido apenas puede ser sobrellevado con tretas y escaramuzas  Todos los intentos por vencer al tiempo están destinados, irremediablemente, al fracaso. (1)
Igual lo seguimos intentando, una y otra vez... a decir verdad: casi no hacemos otra cosa.

Vellmount, por ejemplo, atesoraba fragmentos de vida en forma de textos simples, sin miramientos filosóficos o poéticos, escritos con letra grande, adecuadamente fechados y con una referencia a la geografía regional.
Solía ser cuestionado por lectores ocasionales de sus bitácoras de viaje, una vez le dijeron:

- Mi querido Vellmount, para alguien de su agudeza hubiese esperado un texto de mayor riqueza intelectual y metafórica...

El pelado de anteojos hizo un silencio y agregó:

- Esto, no se me ofenda, es apenas una enumeración de la listita de compras en el supermercado chino- esbozó una sonrisa no sin sorna.

Vellmount no respondía, se limitaba a devolver una mirada, no sin menos sorna que la del obtuso pelado.

Un buen día, Tellería se acercó y, en un ambiente de confidencia, dijo:

- Vamos Hernán, vos y yo sabemos que esos textos no son tu estilo actual, incluso se te lee forzado, casi no hay metáforas, no hay alegorías, no se lee la menor referencia directa o indirecta a cuestiones filosóficas, esas que te son tan propias. Si uno se abstrae y diseca el texto de la persona, se encuentra con la redacción de un niño. Creo que sé adónde querés llegar.
Carlos se detuvo y buscó las palabras en el silencio de sus labios:

- Otro detalle refuerza mi teoría: el tamaño desproporcionado de la letra... es demasiado grande. Tu agudeza visual e intelectual hoy van de la mano, por lo cual dudo que tengas problemas para re-leer lo que has escrito... incluso hoy, que recordás con facilidad, dudo que re-leas tus textos... Creo estás escribiendo para un viejo desmemoriado y con presbicia.

Vellmount sonreía en silencio, mientras escuchaba lleno de ternura las conjeturas de su amigo.

- Estas llevando tu nostalgia al extremo, Vellmount... tu nobleza me conmueve... - Carlos calló por un momento:

- Estás atesorando recuerdos para cuando estos sean escasos, estos textos, tan simples y cotidianos, son como una botella al mar que vos mismo recogerás, extrañado, dentro de 40-50 años y al leerlos, amigo, te leerás y com...

- Nos leeremos, Carlitos, ya que son nuestros días los que escribo - Dijo sonriendo.

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No es la primera vez que Vellmount utilizaba esta estratagema. La misma se remonta a su niñez.

Al notar las sutilísimas señales de la declinación cognitiva en sus padres, al entenderla natural e irremediable, el joven Vellmount quiso adelantarse y pensó en la forma de enriquecer el recuerdo de estos cuando estos fueran ya viejos. Fue así que nacieron, entre otros, las bitácoras de viaje. En ellas redactaba de forma simple, con textos cortos, de comprensión directa, episodios relevantes y cotidianos en la vida familiar.


- En los últimos años de nuestra vida no vamos a recordar los grandes dilemas del hombre que nos apasionaron de jóvenes, sino que nuestra memoria se va a llenar de momentos simples: un atardecer, una mano amiga, el canto de un pájaro en la madrugada sureña, el olor a tierra mojada antes de la lluvia, nuestros dedos con olor a lavanda, tal vez una mirada, una complicidad, unos mates al lado del río... eso es lo que nos va a salvar.

Por eso atesoraba cotidianos. Solía enriquecer los textos con fechas, detalles simples de la geografía local, aromas, texturas de flores y hojas:

- Cuando visitamos un lugar en el que somos felices, Carlos, nuestro cerebro registra todo con meticulosa obsesión, cada detalle es fijado, aunque no seamos conscientes de ello. Toda esa información se condensa en un engrama proverbial donde se entrelazan olores, sonidos, texturas, imágenes, sensaciones, gustos propios de cada lugar y cada sujeto... Toda esa información recrea en nuestra mente el lugar donde estamos a gusto y esa sensación maravillosa. Como una fotografía global.

- Al momento de recordar, además de un texto a veces ayuda un olor o un sonido... Imagínate que pasaría si estimulás simultáneamente cada sentido, con el fin de evocar un mismo recuerdo. Esa es mi intención, amigo, estimular cada uno de los hilos de esa trama que es el recuerdo.

El niño Vellmount, prudencialmente hacía llegar, en una cajita, estas bitácoras a su madre.

Cuando ya no estuvieron, se las arreglaba para hacérselas llegar así mismo varios años después.


Roberto Lambertucci

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(1) A decir verdad solo fui eterno en el abrazo y el beso de Bárbara P. Zimini, lo cierto es que el castigo por tal empresa es la muerte lisa y llana... vaya ironía. Como es sabido, Vellmount había sobrevivido a los labios de la morocha... pero como ya dijimos nadie sale ileso de tales empresas.