Siempre al escuchar "es caprichoso el azar" de Serrat, Vellmount decía suspirando: El azar no es él, sino ella. Si Dios y el azar existen sin duda que ambos son mujer, incluso me animaría a decir ambos son la misma mujer cuyos caprichos inconsecuentes y contrarios no hacen más que chocar entre ellos y consigo misma... Siendo el ser humano la víctima de esas contradicciones.
Hernán Vellmount