
Miró sus manos y analizó sus actos…
Sacudió la cabeza intentando deshacerse de los fantasmas que todavía quedaban…
Avergonzado, se dijo en un susurro, que no sabía lo que hacía…
Actuaba arrastrado quien sabe por qué fuerza interior.
Sintió el rubor de no llegar a ser dueño y comprender cada acto...
Se cuestionó y reprochó lo que le parecía infantil…
Sin embargo no creyó en las casualidades, en el obrar por obrar…
-Por algo insistí- se dijo…
Pero no encontró explicación lógica alguna…
El rubor volvió,
y duró hasta que recordó una frase de Borges
que decía algo así:
“El destino es una red intrincada y compleja de acontencimientos
interrelacionados que no llegamos a comprender”.
Respiró más tranquilo…
e intentó volcarse a ese ensayo reversible de muerte que es el sueño.