15 de septiembre de 2007

Una dama de blanco sangre...


(Búsqueda realizada con Google; Imagen tomada de: www.msu.edu/~turnbu29/)

Una mujer toda de blanco lino que representa la nobleza misma.

El blanco más puro que jamás podría imaginar.
El blanco más puro que jamás se podría manchar.

En una de tus manos llevabas una balanza,
con la que valorabas el real peso de las cosas.

La venda cubriendo tus ojos como signo de la imparcialidad,
como signo de que, sea quien sea el acusado, serías siempre justa,
incorruptible e insobornable.

La espada en tu otra mano.
Dispuesta a hacer hecho la sentencia,
a caer sobre la cabeza de quien haya sido condenado…
A no tener piedad con los infausto y perversos…
y siempre dispuesta a alzarse en defensa
del pobre y del inocente.

Cuando fue que tu vestido se tiñó con su sangre… de su sangre inocente.
Cuando fue que el sucio y hediondo barro de la corrupción más repugnante
Impregnó tus fibras vitales…

Cuando fue que tu balanza comenzó a inclinarse
hacia el personal beneficio, hacia la propia ambición…
Cuando fue que la áurea balanza se dejo inclinar por la opinión pública,
por las amenazas o los insultos.

Cuando fue que se volvió oportunista y
asquerosamente parcial.

Cuando fue que cubriste tus ojos
para que estos no vean los sobornos jugosos
que encendían y envenenaban lentamente
la poca decencia que, a esta altura, te quedaba.

¿Cuando fue que la noble espada
se volvió contra el abusado?
¿Cuando fue que su vital filo
acorralo contra la pared al inocente aterrado
que se había depositado en tus santas manos?
¿Cuando fue que la sagrada hoja se convirtió
en un vil elemento de opresión y dominación?

Si ahora te vieras…
ya nadie te reconoce, hermosa mujer.
Ya nadie te cree.
Te has convertido en la prostituta
del mismo demonio y sus secuaces.

¿Qué vas a hacer
cuando veas al espejo esos ojos encendidos de lujuria
e insaciables de codicia y ambición?
¿Cómo vas a reaccionar
cuando veas el suave lino con sangre fresca
e inmundicia humana?

¿Cómo vas a tolerar ver la hoja degollando
el cuello inocente,
cómo vas a superar la mirada ineludible y
cristalina de llanto del oprimido,
o el llanto y la desesperación inexorable del abusado,
acorralado y engañado,
o la desesperanza irrevocable del pobre, sentenciado y ejecutado?…

¿Cómo vas tolerar ver la risa sádica del opresor ocioso
sin que el suicidio interrumpa tu desequilibrado sueño
e irrumpa su fantasma, como un dulce canto de sirena,
en cada recodo de tu infausta vigilia?

Porque tarde o temprano, tú te convertirás en tú propio juez…
Tarde o temprano te pararás en el estrado…
Y frente a ti se alzará el monstruoso inquisidor:
el frío e irrevocable espejo.

Verás su sonrisa maliciosa
que se esboza con tus propios y llagados labios…
Verás su mirada perniciosa y corrupta
que mira y te acusa desde tus propios ojos, irritados de vicio.
Escucharás la voz horrenda, que tiene tu mismo tono,
anunciando la acusación y, finalmente,
escucharás tu propia voz, inmutable, pronunciando la pena capital.

Temblarás y gemirás sobre el cadalso.
Tus lágrimas y tus disculpas serán ignoradas e incluso burladas.
Verás la mano del verdugo hambriento que aprieta, con tus dedos,
la palanca que ahora es tu destino.

Quieres suplicar… pero lo haz olvidado.
Quieres tener un gesto noble,
desearías morir con una pizca de honor…
pero nada haz dejado de su semilla clara…

Te das cuenta, aterrada, de que por una vez estas siendo justa…
Estas condenando al verdadero culpable…
Te estas condenando a ti misma…

Llena de horror no puedes sino callar…

Un ínfimo rayo de sol desgarra la oscuridad del cielo
y convierte el tenebroso paisaje...

Una flor crece sobre la tumba de un inocente,
resurge desde la injusta muerte…

Finalmente la palanca cae…
Tú caes…