Nada es todo, todo es nada.
Nada es lo que dice ser pero a la vez lo es todo.
Soy todos los hombres por lo cual no soy ninguno ninguno de ellos
Siendo todos los hombres la amé con mi amor
y con todos los amores
propios de todos los hombres y todas las mujeres que soy.
La amo a ella
y en ella las amo a todas
porque todas son ella
y sin ella todas son nadine
y yo ya no soy.
Así abre Lambertucci el libro o capítulo llamado Otras metamorfosis.
En este se reúnen muchas de las metamorfosis que vieron su luz en el arte de la invisibilidad. Es, quizás, uno de los libros más fascinantes y misteriosos de estas crónicas.
Aquí, por ejemplo, en un proceso dramático y colmado de metáfora un tigre de Bengala se transforma en abeja, la abeja se transforma en dos hombres, un niño y un adulto, y una mujer se convierte en todas las mujeres.
¿Qué es lo real si una abeja insignificante es o fue en realidad un inmaculado tigre de Bengala?
En una metáfora casi onírica, Lambertucci, se atreve y pone (o dice poner) en tela de juicio los límites de la realidad.
El bastardo dice, sin titubear:
- Si una cosa determinada puede cambiar a cualquier otra se podría afirmar que todas las cosas son la misma cosa. Por otro lado, si es un proceso limitado, y en cierta forma selectivo, y la metamorfosis sólo es factible entre cosas que tengan un algo en común y evidente, un tigre y una abeja, se podría afirmar que todas, o casi todas, las cosas son la cosa misma, cosa que trasciende al felino y al insecto.
Lambertucci se pregunta sobre la esencia:
- ¿En la metamorfosis tigre-abeja, abeja-tigre el ser existe inicialmente como tigre y se transforma en abeja, es siempre un tigre (incluso en su estado de abeja), ha sido siempre una abeja (incluso en su estado de tigre), es esto insignificante y en realidad es algo más que trasciende a la misma cosa: es algo con rayas negras y anaranjadas que hoy llamamos tigre y mañana abeja? No lo se.
Finalmente el pensamiento de Lambertucci se fue a la mierda desbarranca y sus procesos cognitivos transitaron las autopistas mismas del delirio y dice:
- Si estos cambios impensados plantean cierta plasticidad recíproca de la materia, haciendo sus límites al menos dudosos, la situación se vuelve aún más compleja en las cuestiones no materiales, como las morales y sociales donde los límites muchas veces representan un mero y necesario capricho, apenas un ardid social, un recurso que protege contra la sensación desagradable consecuencia de la conciencia de que vivimos en la incertidumbre y en un eterno caos.
Metamorfosis N° 239
Me senté junto a un hombre de extraña mirada.
Intuí su ceguera por un bastón y otros universos por su mirada.
Era como una anacronismo.
Luego de mirarlo largo rato, me animé y empecé a preguntar:
- Usted es...
No pude terminar la frase. El hombre me interrumpió con un gesto, señalando la jaula del tigre de Bengala.
- Vamos a presenciar un prodigio - Profetizó el fulano.
Observamos los movimientos armónicos del animal largo rato, sin embargo ni el más bello de sus saltos eran una verdadera profecía.
El hombre se puso de pie, dispuesto a marcharse.
De pronto un silencio nos invadió, un extraño resplandor tan suave como el jazmín acarició mis ojos dormidos, y una brisa serena apenas agitó la hojarasca.
- ¿Lo ha observado, Vellmount?
Yo estaba congelado del pasmo.
- Otra de las metamorfosis... - dijo.
Cuando me di vuelta el fulano ya no estaba.
Cuando me di vuelta, la jaula estaba casi vacía, apenas ocupada por un zumbido prodigioso que se filtraba entre los barrotes que ya no contenían.