10 de Octubre de 2008
Mi querido Vellmount:
Estoy frente al mediterraneo. Hoy mismo, cuando despache esta carta que recibirá el 15 de noviembre de 2012 saldré a recorrer toda la cuenca mediterranea. Debería ver las tierras del Nano, sentir este mar maravilloso rompiendo contra las piedras. Es como si el alma se ensanchara de libertad, como si se llenara de viento, de este viento inmutable y bello. Ya tendrá la posibilidad de viajar por estas tierras, Hernán. Vendrá y nos encontraremos justo en este punto. Se lo aseguro. Aprenda a esperar.
De seguro encontrará el antídoto a los labios de Bárbara. Si mis cálculos y especulaciones son ciertas, para cuando reciba esta carta estará muerto o será eterno, pero eso no será lo importante.
Paso a responderte.
La limitación del lenguaje se hace patente cuando se intenta expresar una emoción intensa.
Si uno se embarca en una minuciosa descripción el resultado es un artículo científico en el que se relata con pompa fenómenos fisiológicos y psicodinámicos que para abarcar el suspiro ocuparía la engorrosa extensión dos o tres volúmenes grandes: forma del horror, si se quiere, que nos invita a la nausea.
La otra alternativa, no vaya a creerlo, tampoco es feliz.
Si uno trata de ser breve y jugar con onomatopeyas se termina pareciendo a cualquier otra cosa menos a lo que se intenta expresar, a saber:
mmmm intenta expresar dubitación, duda, incertidumbre pero sin embargo me evoca el mujido de una vaca que pasta en las inmediaciones, la meditacion de un buda sentado junto a la vaca que pasta o un auto lejano a velocidad constante que pasa próximo al campo donde pasta la vaca y medita el buda, por RN N° 5. Haga este experimento, Vellmount: párese cerca de una dama, una morocha, mírela a los ojos y emita un mmmmmmm en un armónico monotono, vuélvala a mirar como diciendo "y? morocha, qué te evoco?"... Si la morocha no es fitoplancton los efectos serán más bien digestivos, saldrá corriendo o se le reirá en la cara.
Ahaaa intenta expresar sorpresa, conmoción, pasmo… pero sin embargo me evoca la meditación de un buda que pasta junto a una vaca que muje o un auto que pasa cerca y se aleja gran velocidad por en las proximidades del campo donde la vaca buda y el buda pasta, por RN N° 5. Madre santa, ve a las confusiones que esto conlleva. Haga este experimento, Vellmount: párese cerca de una dama, una morocha, mírela a los ojos y emita un ahaaaaaa en un monotono armónico, vuélvala a mirar como diciendo "y? morocha, qué te evoco?"... Si la morocha no es fitoplancton los efectos serán más bien digestivos, saldrá corriendo o se le reirá en la cara.
Pero esta limitación del lenguaje es más bien una bendición. Le diría, si se me permite la jerga religiosa, que es prácticamente un milagro que salva al hombre.
Puede escribirse perfectamente un libro, por ejemplo, sobre un héroe maravilloso que atraviesa el infierno y cada uno de sus círculos, siendo la descripción tan perfecta y la imagen poética tan intensa que el lector, aburguesado, puede verse tentado a creer que de la mano del autor ha cruzado el averno. Podría escribirse un libro sobre un viaje a Iruya que jamás sería el viaje a Iruya pero que al menos generaría una noción remota, lejana e imprecisa (noción al fin) de lo que sería viajar al norte.
Sin embargo con las emociones la cosa cambia, Hernán: al no poder expresarlas, al no poder leerlas solo podemos acceder a ellas sintiéndolas, solo nos queda vivirlas.
Es así que si desea sorpresa procúrese sorpresa y sobre todo permitale a su alma sorprenderse. Para ello resulta útil dejar por un momento la mentalidad cientificista y permitirse creer. Crea, Vellmount, crea… “Creer, he allí toda la magia de la vida” decía Scalabrini Ortiz. Crea pero no se vuelva un ingenuo.#
Si anhela conmoverse, conmuévase, Vellmount. Mire unos ojos, un cielo, bese unos labios, roce una mano, descubra el mensajito que alguien le dejó en el tanque de una lapicera. Lo que sea… pero para conmoverse no le queda otra que conmoverse.
La emoción, Vellmount, la real e intensa a esa me refiero… no es para burgueses, no es para pusilánimes o enclenques. Para emocionarse, Vellmount, uno tiene que jugársela, estar un poco loco. Cuando lo haga, cuando se la juegue y se haya vuelto loco, ella vendrá a Ud. y transitarán juntos por la vida, riendo y llorando, ante la mirada estupecfacta de quienes han optado por la serenidad del “quedarse inmóvil al lado del camino” (parafraseando a Mario).
Se sienten sirenas y vislumbro luces en la oscuridad.
Debo dejar de escribir.
Crea, Vellmount, crea…
Luciano
Siracusa, en vísperas del Mediterraneo
---
Esta fue una de las cartas escritas por Luciano Fortunato, con quien Hernán mantuvo una amistad caótica, apasionada, peligrosa y profundísima como el mismo Fortunato. Por razones relativas a su ocupación Fortunato escribía las cartas desde un lugar determinado y se las arreglaba para que llegaran a destino en otra fecha, cuando éste ya estaba transitando por otras tierras, con otros nombres que ya nadie sospechaba ni recordaba.
15 de noviembre de 2012