Hoy a la mañana, mientras juntábamos palitos del piso con Olivia para encender una fogata, vi a un hombre endeble, me llamó la atención su fragilidad, al menos eso creí.
Era un hombre mayor, acompañado por un joven de cabello corto. Estaban sentados en un banco, el joven parecía ser su cuidador: disfrutaban del sol.
Tenía puesto un saco azul, pantalón de vestir gris y zapatillas deportivas negras. Algo me llamó la atención.
Era delgado, peinado para un costado. De rasgos fuertes, de mirada despierta, escudriñándolo todo, pero con cierta ternura.
Me quedé helado.
Se levantaron y caminaron lentamente, a su paso. El, encorvado y agarrado del brazo del joven.
Cruzaron la calle, y caminaron hasta llegar a Peña.
Era Mario Bunge.