Lucía niña, concebía el tiempo de una forma muy particular. Para ella, el tiempo, eran miguitas de pan. Migajas que guardaba y cuidaba celosamente.
Lucía niña juntaba miguitas por doquier y guardaba esos fragmentos de tiempo en una bolsa de papel que atesoraba entre sus manos niñas.
Más tarde, ya grande, descubrió Lucía que la vida no son miguitas y solo se dedicó a acumular vivencias que no podía poner en ninguna bolsita.
Más tarde, ya grande, descubrió Lucía que la vida no son miguitas y solo se dedicó a acumular vivencias que no podía poner en ninguna bolsita.