A veces imagino la vida como un viaje muy particular. Transito por una cuerda endeble, en bicicleta, definido por un equilibrio más bien lábil e incierto, poco nítido. Por momentos, la soledad parece abrumarnos, pero tarde o temprano descubrimos en una complicidad, en una mano, en una caminata de 64 cuadras o en un guiño que no estamos, ni estaremos solos.
Es mi única certeza. Tal vez no se necesite más.
Feliz viaje. 2014
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Carlos Alberto Tellería
1 de enero de 2014
El arte de la invisibilidad