6 de enero de 2012

el último adios...

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Fue cayendo, como cae una hoja seca.
Describió un espiral de decadencia.
Cuando abrió los ojos estaba sumida en el mismo infierno.
Comenzó a cerrarlos y, justo después de una lágrima, supo que la paz comenzaba. Larvada y con retraso pero al fin llegaba.
Bailó entre las llamas que devoraban su carne, ahora inmune. Giró, giró mientras cantaba y bailaba.
Un doble camino carmesí y ensortijado fue dibujando, fue salpicando.
Una música celestial, supuso Mozart, adornaba aquella mañana.
Los colores renacieron fugazmente.
La textura de los pétalos de rosa la conmovía.
Lloró o siguió llorando.
Sintió su aroma que le recordó a santidad, a su primer amor, y…




Vellmount, desconcertado, sostiene una rosa.