8 de noviembre de 2010

nos parecemos en nuestras diferencias...

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Laura se había aproximado varias veces a la ventana.
Rosaba el cristal helado con la suave caricia de su mano derecha. Una sensación de desamparo la embargaba al ver las ramas agitadas con violencia, por un viento que parecía el hálito furioso de mil demonios alborotados.
La orfandad del pequeño colibrí y su nido, casi devorados por la tempestad, era en cierta forma su propia orfandad.
Sintió ganas de llorar.
El pequeño pajarillo y su pequeña fortaleza le habían recordado a sus amigos:

- “Nos parecemos en nuestras diferencias” – susurró con cierta angustia.

Eran palabras de Hernán, que así bromea cuando intentaba explicar la profundísima relación que los unía, a pesar de sus enormes diferencias.




Se recordó sentada próxima a Vellmount. A lo lejos se veía a Adolfo, Fabricio, Tellería y al Dr. Lambertucci, reunidos en una especie de círculo, con la mirada puesta en unas ramas.

- Casi no tenemos nada en común, Laurín, sin embargo hay pequeños puntos de encuentro entre nosotros. Y esos puntos, ínfimos, donde confluyen nuestras polares cosmovisiones, son el anclaje y cimiento de ésta amistad. Luego, la diversidad atroz de nuestras personas vuelve el vínculo enriquecedor y siempre interesante.  – Dijo Vellmount mientras miraba a los muchachos.

- Nos parecemos en nuestras diferencias – Agregó Hernán esbozando una sonrisa algo oxidada pero con un brillo rejuvenecedor.

Fabricio, que apenas se diferenciaba del paisaje serrano, le hizo señas con la mano.

- Vení, esta es una metáfora perfecta de las pequeñas cosas que nos unen para siempre – Abrazó a Laura y comenzaron a acercarse a aquel semicírculo de espectadores.

Los 6 permanecieron en silencio largo rato, maravillados por un pequeño colibrí en su nido.
Lescano musito estrofas alusivas al milagro y la pequeñez, Nogueira se explayó sobre la complejidad del nido del pajarillo, de interior forrado con telarañas, sobre su vuelo y el batir de sus alas, Tellería compuso varias fotografías y no paraba de hablar de la belleza y la estética, Lambertucci no dejaba de observar y de hacer anotaciones sobre los muchachos y Hernán hizo algún comentario filosófico, que no recuerdo, utilizando como metáfora al pajarillo.





- Ciertamente se parecen en sus diferencias, muchachos, y he aprendido a parecerme – se dijo Laura Arcamone, mientras el gusto se le volvía salado y sus mejillas sentían una cálida caricia y destellaban estrellitas.

Apenas terminó la tormenta, camino con una apesadumbrada desesperanza. Se acercó al pequeño árbol dónde estaba el nido, sorteando a su paso las ramas caídas que había dejado el temporal.
Miró con cierto temor.
Para su sorpresa y maravilla, allí estaba el pequeño pajarillo, casi como un milagro, con su nido intacto y con él estaba intacto su recuerdo.


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El texto pertenece a Laura Arcamone. Según Lambertucci Laura solía llevar una especie de diario que había llamado “Palabras perdidas de alguien que busca encontrarse”. Escribía, tal vez inducida por Vellmount, en cuadernos Rivadavia tapa dura. Solía decorar las tapas, era una gran dibujante. Sin embargo tenía la costumbre de tirarlos, incluso quemarlos, una vez finalizados. Lambertucci, con su permiso, se había encargado de rescatarlos del olvido. Pero muchas de sus palabras y recuerdos se han perdido para siempre. Y quizás eso haya buscado. El olvido. Tal vez creía que corporizando su recuerdo en papel y perdiendo estos o quemándolos podría deshacerse del tormento que arrastraba en su memoria y que la había empujado al exilio.