
Lento y con dificultad avanzabas en el arenoso camino…
tu frente salpicada de agua de mar…
tu piel abrazada por el ardiente sol…
tus extenuadas piernas imploraban descanso…
Pero tu corazón quiso seguir…
tal vez fue la intriga de aquel polvo en el lejano horizonte…
que tal vez fue tu meta desde el principio.
Te veo avanzar, desde atrás o desde tu lado… y te admiro.
Nuestras cansadas miradas se cruzan en silencio… nos entendemos.
Te veo avanzar, vencer el terreno y sus caprichos con sublime obstinación…
El esfuerzo parece no tener fin…
extenuado te crees caer…
o tu cuerpo quiere caer…
Es humanamente entendible.
Pero sigues, no sabes bien por qué ni cómo…
pero aquel horizonte te llama.
Piensas en llorar… gritar… descansar… cierras los ojos…
El aire se vuelve escaso y áspero y la garganta arde…
Y ya estás ahí…
Abres los ojos y levantas la mirada que ahora brilla y no por lágrimas.
Ya sonríes en el suelo mirando al cielo… el horizonte es tuyo por un segundo.
Respiras hondo… cierras otro momento los ojos…
Te pones de pie… Otros horizontes te esperan…
Diego Andrés Marino
La Plata, Lunes 27 de Noviembre de 2006
La Plata, Lunes 27 de Noviembre de 2006