Querido Hernán:
He dejado un horizonte en el que se elevaban majestuosas torres de significantes y significados, enormes construcciones de recuerdos y añoranzas que poco a poco, con timidez y prudencia, se fueron apilando sin querer o queriendo con el correr de los años y las vivencias.
Mi torre, mi referente estaba a un alzar de vista. El norte era inmediato. Y eso da seguridad, vos entendés.
Y no solo construí mi horizonte, testaruda, también construí mi tierra y mi cielo. Por ejemplo, aquella estrella de allí se llama Itatí, esa piedra angular lleva por nombre Luis, esa roca sólida y contundente se llama Emilia... y así podría seguir con cada construcción que se eleva sobre esa linea que ya no es tal.
En cambio ahora, Hernán, mi horizonte está virgen de referencias, ralo de significados... es apenas una línea decadente que se halla perdida a la deriva, sin cielo, sin su tierra y sin referencias.
Entendés? mi norte está muy lejos... se que debo forjar otro... pero cuesta comenzar y recomenzar.
Se que pronto significará. Eso en parte me asusta un poco. ¿es eso riesgoso? Pronto nuevas estructuras comenzarán a brotar, y su homogénea llanura se verá interrumpida.
Pero hasta entonces no me queda sino caminar a la deriva, con aquel norte lejano y maravilloso en la memoria y en el corazón.
Los añoro siempre. Laura.
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"Lo que Laura expresa es cierto, sin embargo existe una situación aun más dramática: un horizonte no virgen, sino atestado de estructuras ajenas, desconocidas... y que por lo tanto carecen del mínimo significado... ese es el peor desierto: estar rodeado de gente y objetos y sentirse como sentado en una duna... Eso, seguramente, sentía Laura - Reflexionaba Lambertucci