25 de noviembre de 2017

Creación artística


El artista, en cualquiera de sus formas y expresiones, tiene un privilegio tal que, muchas veces, en las distintas religiones, ha querido ser confinado y limitado celosamente a los dioses.

En el desafío prometeico, el Osado, arrebata el fuego de los dioses y es condenado. En el desafío del artista, estos también arrebatan ese privilegio divino… pero la osadía no finaliza ahí. El artista no se conforma con ese arrebato que no es tal, sino que más osado aún, reclama, gallardo, lo que es suyo y demuestra que lo sustraído a los dioses le pertenecía originalmente.

Los dioses, frente a esta demostración podrán fastidiarse e intoxicarse lentamente impregnados por la hiel de la envidia o, resignados, ceder a ese elitismo colosal, aceptar que el hombre es capaz de CREAR y disfrutar de esta fuerza maravillosa que, como un río, no se detiene ni ante el fantasma de la muerte o el encierro, y que, como una flor, prospera en las condiciones más adversas.

Siempre me fascinó la creación artística.

He sido testigo.
Uno no comprende bien ese lapso, ese umbral indeterminado en el que una hoja en blanco se convierte en una poesía o un texto con cierta estética y belleza literaria.

En qué momento el tronco, áspero y tosco, pluripotencial y despersonalizado se convierte en algo bello, no importa qué, guiado por la gubia y la mano del hombre.

En qué momento una simple hoja en blanco se convierte en los cimientos de una casa, de un puente o lo que sea en los planos de un arquitecto.

En mi particular, este asombro, alcanza su máximo nivel frente a la música. Será porque soy un ser más bien visual y no tan musical, pero me fascina ondamente. Por poner un ejemplo, en qué momento Sabina y Panchito Varona pensaron “con la frente marchita”... y más fascinante aún, en qué momento esas letras silenciosas y calladas, decidieron perder su timidez y adquirir su música (no podía ser otra), transformándose así de poesía en el papel a canción en la voz y en el corazón de miles?

No me lo explico, pero eso no importa.

Las cosas existen, aunque la razón proteste y berree, podamos explicarlas o no.

El arte brinda esa posibilidad, ese descanso de los “monstruos nacidos del sueño de la razón”.

Nos dice, con su voz sensual:

Che, vení, no te exijo nada, no te juzgo, no espero nada de vos. Soy ahora y nada más. Vení, dejá la razón un instante. Relajate, contemplá, disfrutá. Nada más. Estoy acá. Este es tu momento, un encuentro con vos, con el artista y con el género humano a través de mi. Che, vení, y vos también, vengan todos a unirse en este goce ecuménico que es el arte y la creación artística.

Entonces, frente al arte que nos queda? el goce y el disfrute, la nostalgia y la emoción.

25 de noviembre de 2017
CABA